(Monasterio Agustinas Descalzas, de la Purísima Concepción, San José y Beta Inés de Benigànim)
Motivados por las ganas de reunirnos con la familia de hermanos Cursillistas, y cada uno, por su Esperanza individual, asistimos a la convivencia de Adviento, para compartirla como colectivo, nutriéndonos tanto personalmente, como comunitariamente, fortaleciendo y animando esperanzadamente, la tan necesaria misión de Cursillos.
Como hilo conductor meditamos un cuento de Adviento, donde llegamos a la conclusión de que : una Viuda octogenaria, que vivía sola, pidiendo, no de forma exigente, si a veces de forma rutinaria, pero sobre todo, haciéndolo de una manera confiada y humilde, veía que su esperanza de no vivir sola, era escuchada al decirle una de sus nietas, que iría a vivir con ella por una larga temporada, con visos de poder alargarse en el tiempo.
Era inevitable que estuvieran muy latentes los acontecimientos de la reciente riada, los cuales han ratificado aún más, nuestra convicción de que la mejor posesión, es tener presente al Señor en el día a día. ¿Os imagináis por un momento como se puede sobrellevar una catástrofe como esta, sin tener al Señor en nuestras vidas?.
No solo por este desastre, si nos fijamos en como está el mundo, nos demuestra que la mejor opción es tener Esperanza en Dios, aunque a veces sea un Dios que no lo podamos o no lo sepamos ver, pero segurísimo que SI lo sentimos.
Un sentir, y a veces, un ver, del cual emana tanto Amor, que sentimos la necesidad de dejarnos abrazar por el Señor.
Su venida, sabemos que ya ocurrió, por eso no solo lo esperamos en este Adviento y Navidad, pero si deseamos que nuestra espera en este tiempo sea activa, no esperar a que Él nos abrace, sino ir hacia Él para abrazarlo nosotros, y como dice la canción que cerro la convivencia :
¡Te esperamos, con la lámpara encendida!
“Contemplando a María embarazada,
y fijándome en su bombo,
tener un alma más esperanzada,
en este adviento, me propongo”.
De Colores.
Juanjo Cabanillas.