En este momento estás viendo 75 AÑOS DE LA CELEBRACIÓN DEL PRIMER CURSILLO DE CRISTIANDAD
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Y ahora, ¿qué? «Santos y Apóstoles». Esta fue la arenga que D. Sebastián Gayá lanzó desde el balcón del ayuntamiento, tras su regreso de la peregrinación, a todos aquellos que se congregaron para dar la bienvenida a los valientes peregrinos.

Pocos días después, desde el Boletín Oficial del Obispado de Mallorca, el mismo Gayá les profetizó: «No podemos vivir del recuerdo. La vida es algo más. No podemos estancarnos pensando en la grandeza del ayer. Debemos proyectar hacia el mañana la impresión y la lección de los días que, por la gracia de Dios, nos tocó vivir… Santiago no es una meta final, sino un punto de partida».

Lo que estaba claro es que todo el trabajo realizado y toda la pasión de ese grupo de laicos y sacerdotes no podía quedarse en el olvido. Lo vivido durante los 8 años de preparación para la Peregrinación a Santiago debía convertirse en algo mucho más importante, destinado a llegar a los corazones de numerosos jóvenes mallorquines que habían perdido el fervor cristiano y las ganas de seguir a un Cristo vivo.

Para lograrlo, en noviembre de ese mismo año, se convocó la X Asamblea Diocesana, donde se programaron una serie de Cursillos dentro del plan pastoral de ese año. En dicha Asamblea, el Obispo Hervás les lanzó una nueva consigna a los jóvenes: «Les digo que nadie debe quedarse inactivo y cobarde. Diríjanse a todos los jóvenes, por todos los caminos. Nadie debe quedar fuera de su alcance. Prediquen con el ejemplo, con palabras, con simpatía y gracia; prediquen a todos los jóvenes. Están esperando por ustedes».

El 7 de enero de 1949, se programó un cursillo más, el primero del curso pero que sería diferente a todos los anteriores. Sería el primero de muchos. El retiro sería dirigido por el Rdo. D. Juan Capó, al que se le había encargado la responsabilidad de la dirección espiritual y de 5 charlas, pero debido a su carga de trabajo en el Seminario, D. Sebastián terminó recurriendo al Sacerdote Guillermo Payeras, un sacerdote muy ligado a los jóvenes, para que sustituyera a D. Juan como director espiritual del cursillo y le ayudara a preparar todo lo necesario. El Cursillo comenzó la tarde del 7 de enero y terminó el día 10. Durante estos días, se dieron todas las charlas programadas. Los cursillistas recibieron las visitas del Señor Ecónomo de Randa, del Consiliario Diocesano, que dio una de las lecciones, y de Juan Mir, uno de los laicos destacados dentro del grupo de iniciadores. El cursillo concluyó el lunes por la noche con abundantes testimonios. Todos tenían la necesidad de compartir todo lo vivido durante aquellos días. Eduardo Bonnín, como rector del Cursillo, cerró la clausura leyendo una carta del Sr. Obispo a los primeros cursillistas. Asistieron 22 jóvenes que vivieron lo que sería el primero de muchos cursillos, tal como dejaron escrito Bonnín y Miguel Fernández en el «Cómo y el Porqué»: «tres días después existían los veintidós primeros cursillistas y el primer cursillo era ya una realidad».

Para D. Juan Capo, “el cursillo tuvo la sencillez y la naturalidad de las cosas verdaderamente trascendentales”. Desde esa fecha, surgió un método y un movimiento que, sin que lo adivinaran sus creadores y promotores, sería noticia y aportaría dinamismo y vitalidad al apostolado seglar, tanto en España como en el extranjero.

¿Qué hacía este cursillo diferente a los anteriores? La novedad radical del Cursillo de Cristiandad consistió en que, manteniendo la estructura de los elementos anteriores, cambió completamente su enfoque. Los Cursillos adquirieron una nueva dinámica, basada en la doctrina de la Gracia y centrada en la proclamación evangélica. Esto permitió experimentar la transformadora fuerza de esa realidad singular en la vida de cada uno.

El primer cursillo fue el resultado de esfuerzos, anhelos y modos de actuar. Fue posible gracias al clima pastoral y apostólico de aquellos momentos. No surgió de la nada, sino como resultado de un esfuerzo conjunto, de un ambiente compartido, de un anhelo convergente.

75 años han pasado y el cursillo sigue siendo igual de actual y de necesario en la vida de hoy. Millares de personas a lo largo de todo el mundo han vivido un triple encuentro durante esos días que les ha cambiado la vida y la manera de entender que existe un Padre que nos ama con locura y que entregó a su hijo para que todo el que crea en Él alcance la vida eterna.

Raúl González